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sábado, 22 de octubre de 2011

Nada es casual en la política y mucho menos en esa reducción argenta y flexible que es el peronismo. Y no hay casualidad en los festejos mínimos que rodearon la fecha más épica del movimiento nacional justicialista: el 17 de octubre, Día de la Lealtad. El que recuerda aquella jornada de 1945 cuando los obreros cruzaron el Puente Avellaneda y llenaron las calles porteñas para pedir la liberación del líder que nacía. El entonces coronel Juan Domingo Perón, quien pronto sería general, santo y pecador de la voluble historia argentina. Pese a los cantitos populares, nadie sabe bien que pensaría de este país adolescente si Evita viviera. Pero, seguramente, la hubiera sorprendido que los festejos de la lealtad peronista hayan sido tan pero tan apagados.

 El mito nacional. La respuesta es que Cristina y el kirchnerismo tienen sus propios planes. Y así lo reconocen cuando la charla es a puertas cerradas. No querían que este 17 de octubre les empañara la elección del domingo y, sobre todo, que le compitiera al gran memorial que piensan montar el 27 de octubre para recordar el primer aniversario de la muerte de Néstor Kirchner. Mausoleo en Río Gallegos; torneo de fútbol, cientos de calles y plazas con su nombre en todo el país, y un despliegue político y mediático que se dará en medio de la euforia por la reelección de la Presidenta. Hay que decirlo. Raúl Alfonsín soñó también con encabezar un tercer movimiento histórico que superara a Hipólito Yrigoyen y a Perón. Carlos Menem creyó que su peronismo conservador aliado a los Born y a los Alsogaray lo proyectaría más allá del 2000. Y ahora es el kirchnerismo el que cree que el modelo fundado por Néstor podrá mejorar la imagen caótica y violenta del último gobierno del General. ¿Qué mejor entonces que potenciar el gran mito para asociarlo a la bonanza económica y a la victoria electoral?

  Apunten a Laclau. El problema es que el peronismo es un movimiento volcánico. Y ya hay varios muchachos que no quieren saber nada con eso de dejar a Perón a la sombra del Kirchner mitológico. El primero fue Hugo Moyano: “La lealtad a Perón y a Eva Perón es defender a los trabajadores”, marcó la cancha el 17 de octubre, con un acto en la CGT que puso en evidencia la falta de homenajes al creador del branding peronista. Hace unos diez días, otro moyanista, el gremialista judicial Julio Piumato, arrancó una arenga insólita en un acto organizado por la agencia de noticias Paco Urondo dirigiéndose al padre filosófico del kirchnerismo, el sociólogo Ernesto Laclau. “Como se le murió el comunismo, este Laclau ahora quiere matar al peronismo...”, bramó el dirigente al que Cristina mandó a dejar afuera de las listas del PJ porteño.

  La batalla pasteurizada. No son pocos los que avizoran, a partir de este domingo triunfal, el comienzo de una disputa abierta entre el ala supuestamente progre del peronismo (el kirchnerismo de Cristina, Amado Boudou y Carlos Zannini) y el ala más conservadora que va desde Daniel Scioli a la burocracia sindical. Una especie de revival de la batalla de los ‘70 pero sin fierros. Una pulseada clásica del peronismo reescrita y adaptada a este tiempo pasteurizado de bloggers y militantes twitteros con poco aprecio por la lectura y el trabajo territorial. Este será el escenario donde empezará a jugarse la carrera del 2015, que tendrá seguramente su capítulo de eternidad y sus intentos de reforma constitucional siempre con reelección. Porque si para Perón el único heredero era el pueblo, para Néstor la heredera única fue Cristina. Allí va el mito entonces. Dispuesto a reemplazar la vieja simbología peronista. Lanzado para permanecer en el poder o para disfrutar de sus ventajas hasta el día en que el viento cambie otra vez de dirección.

autor: FERNANDO GONZALEZ

Aunque hay algunas cosas sobre las que no estoy de acuerdo, si a grandes razgos marca las lineas de lo que se viene en la evolucion doctrinaria que quieren dar los KIRCHNERISTAS y KRISTINISTAS

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